La banana asesina


Nati ya estaba despierta cuando Juana abrió los ojos en la cama grande. El olor del café la había invocado y oyó a la cafetera como una locomotora histérica.

¡Nati, mi amor, el café!—gritó con una ronca voz de animal hibernante. Su voz ronca inundó todos los espacios de la casa e hizo temblar a las tímidas flores del balcón. Luego bostezó con calma y se giró sobre sí misma pausadamente, dispuesta a dormir durante todo el día. Estiró sus miembros y abrazó la almohada vacía de Nati. Carraspeó y respiró muy hondo. Una voz en off de documental sobre la vida animal hubiera cuadrado a la perfección con su despertar bestial.

¡Voy, voy!—dijo Nati con voz dulce y aguda, y escuchó sus pasos livianos por el piso de madera.

Al minuto entró al cuarto con una tabla, con la cafetera y dos tacitas encima.

Te traje una manzana también.

Gracias—dijo Juana incorporándose.

Nati le dio un beso breve y empezó a deslizarse por las redes sociales de su teléfono.

¡Ay, salió el nuevo disco de La Banana Asesina!

La Banana Asesina… Qué nombre horrible que tiene esa banda…Son unos blanditos poperos.

Ah porque tu banda tiene un nombre… ¡despampanante!

¿Palabra nueva, mi amor?—Nati la miró con resentimiento y Juana prosiguió—Al menos el nombre de mi banda tiene sentido.

¿Los No Complacientes te parece un buen nombre? Es de adolescentes llenos de granos.

Es punk, no lo entenderías, despampanante.

Voy a poner el disco de La Banana.

Dale, pará que voy al baño para tener a mano el wáter.

Lo que te molesta es que me gusta más que tu banda, estás celosa.

Juana sintió la puñalada. La muy bastarda tenía razón. Se puso los auriculares y mantuvo un silencio rencoroso por el resto de la mañana.


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