El plan perfecto
Lo perdí de vista. Oh, allí está otra vez en la ventana ¿Podrá verme? Mis ventanas son espejadas, me lo han asegurado. Pero nunca las he visto desde afuera. Supongo que no puede verme. Si no, ya me habría descubierto y no andaría tan a sus anchas, tan ligero de ropa por su apartamento. No asomaría junto a la chica que lo acompaña hoy por el ventanuco del techo. No harían el amor creyendo disimular, asomando sólo sus cabezas, besándose los cuellos y mordiéndose las orejas, mientras yo me muero de celos. Pero, ¿qué dices, Úrsula? ¿Te has vuelto loca? Nunca has hablado con este hombre, ni siquiera sabes su nombre, aunque has ido hasta la puerta de su edificio para ver si estaba escrito junto a los timbres. Te encontraste con un genérico “4to primero”. Tuviste el coraje de entrar cuando un vecino salió y te sostuvo la puerta con confianza. Pero su buzón de correos era igual de misterioso… 4to primero y nada más. Metiste la mano por la rendija para ver si alguna correspondencia ponía su nombre, pero estaba vacío. Miraste hacia arriba, la escalera al cielo de un tragaluz y tuviste miedo. Huiste.
Qué vergüenza. Espero que Lorenzo no pueda leer mis pensamientos. A veces lo creo capaz, pero probablemente sea mi rostro que no sabe mentir. Suele preguntarme por qué paso tanto rato junto a la ventana, acariciando a Zacarías. Le contesto que me gusta ver el atardecer, que en nuestra anterior casa sólo se veía el balcón de enfrente y que ahora puedo contemplar todos los colores del cielo. Me mira con desconfianza, ¿habrá visto él también a nuestro vecino? Es demasiado hermoso; inhumano, semidiós. Recuerdo al hombre horrible del balcón de enfrente, descubrirlo espiándome cuando andaba con poca ropa por casa. Ahora soy yo la que espía y me avergüenzo aunque no pueda controlarlo. Al menos la ventana espejada me mantiene a salvo de su juicio.
El vecino es más joven que Lorenzo y yo, tiene unos diez años menos. Su cuerpo es espectacular. Su voz es grave y segura, lo sé porque otro día toqué el timbre del 4to primero y lo oí atender, antes de irme sin decir nada. Trae mujeres diferentes bastante a menudo. Algo debe tener. Supongo que es bueno en la cama, porque las chicas se repiten. He identificado a algunas. Incluso les pongo apodos: la pelicorto, la vikinga, campanita. Les tengo envidia.
Lorenzo no es malo, me quiere mucho, pero últimamente está poco activo, desde que nos enteramos de su infertilidad. Él sabe cuánto anhelo ser madre y lo noto deprimido y celoso de todos, hasta del pobre gato. “Acaricias a Zacarías más que a mí”, me dice con rencor. Puede que tenga motivos para estar celoso, pero no quiero hacerle daño. Es que el vecino parece tan sano, tan joven y fuerte. No es que quiera traicionar a Lorenzo. No quiero la compañía juvenil y tonta del vecino, sólo me interesan sus genes. ¿Pero cómo explicárselo? Lorenzo me dejaría. Temo que se suicide si sólo menciono el asunto. O que se ponga violento y me asesine. El mundo no es lo que una quiere. No, ésto debe ser secreto.
Ay, Úrsula, ojalá pudieras controlar tus impulsos, pero sabes bien que tarde o temprano acabarás tirándote al vecino, lo harás hasta que resulte. No te detendrás hasta no obtener un positivo. En el fondo sabes que Lorenzo no te haría daño, es demasiado bueno. Y si se mata es por su propia debilidad y por el amor que te tiene. Su herencia será toda para ti y para la criatura hija de humana y semidiós. Es un plan perfecto.